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Don Ignacio Cruz: el simpático anciano que afila cuchillos y compone huesos en Estelí

A sus 80 años, don Ignacio Cruz recorre las calles de Estelí en busca de cuchillos que afilar o personas a las que ayudar. Es muy ágil para tratar dislocaciones de huesos o dar un masaje que calme alguna dolencia.

Don Ignacio Cruz Benavides sale todos los días en busca del pan de cada día. Foto: Famnuel Úbeda/Radio ABC Stereo
Don Ignacio Cruz Benavides sale todos los días en busca del pan de cada día. Foto: Famnuel Úbeda/Radio ABC Stereo

Periodista Famnuel Úbeda
10-Diciembre-2020
Estelí-Nicaragua

Las aceras del Colegio Nuestra Señora del Rosario y las calles próximas al mercado Alfredo Lazo de la ciudad de Estelí se convierten cada mañana en la sala de pacientes que buscan mejorar un hueso fracturado, no importando un llanto o un grito seguro que sacará don José Ignacio Cruz Benavides.

Se trata de un hombre de 80 años que no es ortopedista, ni traumatólogo, tampoco un fisioterapeuta, pero sí un sobador certificado por los años. "Yo los valoro, miro como es que está, si es zafado o quebrado", cuenta don Ignacio, también conocido como "don Nacho".

Él nació y creció en el campo, donde los médicos no existían, tampoco se conocía de férula o yeso. La necesidad y fe de recuperar la movilidad de cualquier extremidad afectada hacían que él improvisara con aceites, cáscaras y vendas junto a su padre, de quien aprendió el oficio cuando tenía 25 años. 

Las personas confían sus malestares a don Nacho. Foto: Famnuel Úbeda/Radio ABC Stereo

Don José Ignacio se define como un componedor de hueso y la mayor parte de su vida estuvo vinculada a las actividades propias del campo, pero por su edad, no le es posible conseguir trabajo, por lo que asegura que decidió movilizarse a la ciudad de Estelí, lugar donde encontró una alternativa de ayudar a las personas fracturadas que en ocasiones han sido descartadas por la medicina científica. 

"Me iba al monte, mi papá era sobador y él me enseñó a mí, me decía 'hijito esto así se hace' y aprendí, empecé a trabajar", recuerda el carismático anciano, quien asegura que antes "sabía trabajar en la agricultura, sembrar frijoles, sembrar maíz, si había que arar la tierra yo lo hacía, si había que arrear ganado, también lo hacía".

En su pelo pintan las canas y en su rostro una sonrisa de felicidad, además sirve de motivación para muchos y es que según este anciano, es la paz interior que existe en su corazón y el amor a Dios los que lo mantienen vivo y activo, razón por la que también trabaja como afilador ambulante de cuchillos.

Los ingresos varían, pues no siempre aparecen fracturados buscando un sobador, ni muchos cuchillos o hachas para afilar, pero gana lo justo para el sustento del día. "Afilo a 5, 10 pesos, a veces gano 100 pesos (córdobas), otros días solo 30 o 40 pero ahí voy", sostiene.


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