En Estelí, las sillas de metal y madera tejidas en junco de colores y sintético continúan siendo un símbolo de estilo y tradición. A pesar de que las fábricas de estas piezas han ido disminuyendo, el trabajo de los restauradores, como Mauricio Rivera, mantienen viva esta herencia.
Con gran habilidad de artesano, Mauricio devuelve el esplendor a los muebles y objetos de madera castigados por el tiempo. Muchos de ellos pasan de generación en generación esperando otra oportunidad.
Su interés por la restauración comenzó en su infancia, cuando tras salir de clase se quedaba observando el trabajo en un taller de metalúrgica y carpintería cercano a su casa.
Sin embargo, nunca imaginó que este interés se convertiría en un medio de vida tras su retiro como obrero de la construcción. "Por travesuras, de chavalo, en los 60, había un taller cerca de la casa y cuando venía de clase me quedaba viendo y así aprendí el oficio", relata el artesano sobre sus inicios.
Las sillas que Mauricio restaura tienen su origen en los talleres de metalúrgica de Estelí, que funcionaron entre los años 50 y 80. Con el tiempo, la competencia de las sillas plásticas llevó a la desaparición de estas fábricas.
La marca en sus manos y los callos que ha desarrollado son testimonios de la ardua labor que ha realizado a lo largo de los años. La mayor satisfacción de Mauricio está en ver la alegría de quienes reciben sus sillas restauradas.
"Hace dos años le restauré una silla a la hija del doctor Ibarra y quedó encantada con el trabajo que le hicimos", comenta el esteliano.
La detallada labor de restauración que hace Mauricio Rivera no solo revive muebles, también mantiene vivas las memorias de quienes valoran estas piezas antiguas.
