Los actos de violencia contra las mujeres continúan siendo una problemática con saldo fatal en Nicaragua. En las últimas semanas, dos casos han llamado la atención por la saña con que fueron ejecutados. En ambos casos, los celos han surgido como un posible detonante a estos fatídicos desenlaces.
Los celos son una reacción ante amenazas, ya sean reales o imaginarias, que ponen en riesgo una relación, explicó la psicóloga segoviana Dinia Córdoba. Cuando estas conductas son recurrentes y llegan a convertirse en control, amenazas y persecución, dependiendo del tiempo e intensidad, pueden evolucionar a un trastorno delirante, en el que la persona percibe como reales situaciones inexistentes.
Socialmente puede creerse que los celos son un detonante para la violencia, que puede llegar incluso a asesinatos. Según la Organización Mundial de la Salud, la violencia de género es un tema de salud pública global que urge abordar desde un enfoque preventivo, fomentando relaciones basadas en la equidad y el respeto, añadió Dinia Córdoba.
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Por su parte, la psicóloga esteliana Verónica Inestroza explicó que los celos muchas veces se usan como justificación del agresor, particularmente ante otros hombres, para disminuir su responsabilidad.
“Esto le quita cierto grado de responsabilidad a un hecho que se venía evaluando de manera metódica. Puede haber una aprobación masculina e incluso femenina”, explicó Inestroza. Según ella, “es más fácil perdonar a una persona que mata a alguien por celos a que sea un crimen de odio”.
Las especialistas coinciden en que muchas veces las víctimas no pueden identificar las primeras señales de violencia, pues suelen disfrazarse de cuidados o preocupación. Los actos van desde evitar que vea a su familia hasta controlar con quién habla.
A medida que la relación avanza, el sistema de seguridad interno de la víctima se va debilitando: su rutina de autocuidado cambia y sus emociones son desacreditadas e invalidadas. Esto provoca insomnio, cambios alimenticios, aislamiento y tristeza. Sin embargo, muchas mujeres callan por miedo, manipulación o por la idea errónea de que “el amor es sufrimiento”.
Esta idea de que el amor debe doler es un pensamiento implantado por el contexto familiar y también por los contenidos consumidos a través de los medios de comunicación, películas, series, novelas y demás productos de entretenimiento, añadió Verónica Inestroza. La especialista cree firmemente que desde la infancia se inicia la prevención.
“Los niños no están ausentes de lo que pasa alrededor. Ellos observan, escuchan y aprenden. Si papá lastima a mamá el niño aprenderá eso, así tenga apenas dos años”, añadió la especialista.
La violencia no se desaprende con castigo, sino con afecto, límites saludables y comunicación. Es necesario enseñar que el amor no duele, y que nadie debe permanecer en relaciones dañinas en nombre del cariño.
Ambas especialistas están de acuerdo en que es urgente cuestionar las creencias heredadas sobre el amor y el rol de hombres y mujeres en las relaciones. También es vital que la familia y los entornos cercanos a las víctimas ofrezcan confianza, apoyo emocional y espacios seguros donde las mujeres puedan expresar lo que viven sin temor a ser juzgadas o ignoradas.