A los 12 años, en la comunidad de Llano Largo, municipio de La Trinidad, Paula Lucinda Torrez Gutiérrez descubrió que la música podría aprenderse sin maestros ni partituras, solo con la mirada atenta y el oído dispuesto.
Observando a su padre, ella memorizó cada movimiento del acordeón hasta hacerlo suyo, y pronto su talento innato la llevó a animar fiestas de aquella época. Poco a poco su nombre empezó a sonar por varias comunidades junto con valses, mazurcas y polkas, todas sacadas del acordeón.
Hoy, a sus 82 años, doña Paula no solo conserva el recuerdo de aquellas jornadas cuando tocaba con grupos musicales, sino que aún guarda en la memoria cada acorde que marcó su historia.
“Mi primer acercamiento con el acordeón fue a escondidas, cuando era niña tomaba el instrumento de mi padre en los momentos en que él no estaba en casa y, con curiosidad intentaba sacar sonidos que poco a poco se convertían en melodías. Con el tiempo empecé a fijarme de mi papá hasta que logré sacar mi primer vals”, cuenta la artista.
Cuando logró dominar el acordeón, doña Paula empezó a salir a tocar en fiestas y reuniones que se realizaban en La Trinidad, San Antonio, Licoroy, La Concordia y Llano Largo. Su talento musical la hizo destacar rápidamente y, su música se volvió parte esencial de aquellas actividades donde los vals, mazurcas y polkas llenaban el ambiente de alegría y baile.
En algún momento de su vida, nació en ella el deseo de grabar un disco con sus canciones, como una forma de dejar testimonio de su trabajo y de las melodías que había aprendido a lo largo de los años. Aunque ese sueño no llegó a concretarse, la ilusión permanece como parte importante de su historia musical.
“Mi sueño era que me grabaran un disco de las canciones que tocaba en aquella época, para que quedara de recuerdo a mis hijos y a mí, pero lamentablemente no se pudo. De igual manera, siempre tuve el anhelo de tocar en un mariachi, pero mi papá nunca me dejó salir, solo en grupos pequeños de la comunidad”, confiesa a Noticias ABC.
Para doña Paula, la música siempre ha significado alegría. Tocar el acordeón le permitió expresar sentimientos, convivir con su gente y llevar felicidad a cada lugar donde se presentaba. En la actualidad, aunque algunas canciones se le han olvidado, cada recuerdo musical le provoca una sonrisa y una profunda emoción.
“Tocar el acordeón toda la noche en una fiesta para mí era una emoción muy grande, y a mis 82 años, cada vez que hago sonar este instrumento, me traslado a mi juventud donde todo era más alegre, los aplausos y elogios que recibía por parte de las personas de cada comunidad que visitaba eso me emociona. Para mí la música es alegría”, asegura doña Paula.
Ese amor por la música también se refleja en su familia, pues siente un gran orgullo al saber que sus hijos heredaron esa pasión, especialmente tres de sus varones, quienes actualmente trabajan como mariachis. Para ella, verlos seguir el camino musical es la mayor recompensa y la prueba de que la música sigue viva en su hogar.